I. Considera
cuántos empezaron contigo a correr el curso de la vida de este año, que
se quedaron en el camino, y no llegaron al fin como haz llegado tú.
Vuelve los ojos atrás, y míralos en los sepulcros comidos de gusanos,
que acabaron sus roles en la farsa de este mundo, y no les duraron todo
el año cómo ellos pensaron. Mira sus designios burlados, sus trabajos
perdidos, sus haciendas confiscadas en la aduana de la muerte, las
cuales ahora mismo gozan otros. Su fama se deshizo como el viento, y
todo pasó como sombra, y de ellos apenas hay memoria. Y reconoce la
fragilidad de esta vida y sus engaños, y que todo es locura, si no se
aprovecha sólo para buscar la eterna y lo que dura para siempre.
Considera qué sentirías si te hubieras quedado en el camino como ellos, y
que dentro de poco tiempo será de ti lo que ha sido de ellos. Coteja lo
presente con lo eterno, que nunca se ha de acabar. Extiende los ojos
por aquel año que empezará el día de tu muerte, y no ha de
tener fin ni sucesión de otro, sino que ha de durar y continuarse sin
término, ni remate, ni límite, ni fin, ni día postrero, mientras Dios
fuere Dios, con dos destinos inevitables: o el cielo o el infierno. Y
hallarás que la más larga vida en este mísero mundo es como un punto
respecto de la eterna y como una gota de agua respecto a todo el mar; y
exclama con admiración y llanto, viendo la ceguera de los hombres, pues
por gozar de un soplo de vida tan breve y engañosa, pierden la eterna y
verdadera. Pide al Señor que no te permita caer en tal engaño, y que te
dé luz y gracia para despreciar lo temporal y codiciar solamente lo
eterno.
II. Tiende los
ojos por los sucesos de este año pasado, y considera las mudanzas que ha
tenido, los varios acaecimientos, los fracasos y desgracias, la caídas
de los unos y el resurgimiento e incremento de los otros. Entra dentro
de tí mismo y considera lo que ha pasado por ti en el decurso de este
breve tiempo, la variedad de afectos, de alegría y de tristeza, ya de
contento, ya de descontento, las turbaciones de ira y enojo, los días
buenos y malos, la mengua de salud. El desmedro en lo temporal y
espiritual. Las ocasiones de impaciencia contigo y con los hombres; la
variedad del clima y la inestabilidad de todo cuanto está debajo del
cielo. Y hallarás que no tiene la luna tantas fases, ni cambia el
camaleón tantos colores al día, como lo han sido las mudanzas de tu
corazón en lo que has vivido este año. Desengáñate de lo temporal, y
deseos de despreciar vida tan engañosa y mudable, y anclar
firmísimamente en la verdadera y constante, que es la espiritual y santa
que nos está enseñando el Hijo de Dios desde que entra en este mundo
hasta que sale. Pon los ojos en la tranquilidad de ánimo que gozan los
siervos de Dios, resignados y seguros en su santa voluntad, sin tener
otro deseo que lo que Dios quiere o no quiere. Mira cómo, aunque corran
los años no los desperdician, porque los invierten en santas obras, de
las que han de gozar para siempre; pero los malos los pierden, porque
dejan pasar el tiempo en vano, y así se quedan sus años vacíos y sus
días inútilmente gastados. Acuérdate que el tiempo pasado nunca vuelve, y
que no has de ver más este año que pasó, y logra el que Dios te da para
bien de tu alma. Llora el tiempo perdido, y enmienda la vida porvenir.
Fuente:
Adelantelafe.com