jueves, 31 de mayo de 2018

Militia est vita


Urbano II y la primera Cruzada



Este año se celebraron 923 años del discurso pronunciado por el papa Urbano II en el concilio de Clermont de 1095 donde en una proclama encendida y solemne llamó a los cristianos de occidente, ricos y pobres por igual a marchar en asistencia de los peregrinos que sufrían constantemente los ataques de las hordas musulmanas y que cada vez iban a más. También se lanzaban a auxiliar a sus hermanos ortodoxos en Bizancio contra la amenaza de la expansión musulmana, la cual se había hecho patente décadas antes.
Es en 1071 en Mazinkert donde el Imperio Bizantino sufre una derrota humillante a manos de los turcos selyúcidas, perdiendo el control de prácticamente todo su territorio al este del estrecho de los Dardanelos. Con su capital de Constantinopla directamente amenazada, la Ortodoxia griega decidió ignorar sus diferencias dogmaticas y políticas con el catolicismo romano y en marzo de 1095 llega a oídos de Urbano II su pedido de ayuda.
Para este papa responder a dicho llamado es una oportunidad perfecta; profundamente disgustado con la corrupción producida de la venta y compra de cargos eclesiásticos  así como de la administración de los sacramentos, Urbano pregonaba un regreso a las raíces monásticas y humildes de la cristiandad primitiva pero sin desviación doctrinal alguna (a diferencia de algunas herejías que hacían llamados parecidos para justificar sus despropósitos), el apoyo a las artes y el cuidado de los pobres y enfermos. Esta leve desconexión con los valores fundacionales del Cristianismo es provocada en parte debido a los estrechos lazos que muchos obispados tenían con el poder secular (léase los nobles locales), en contraparte existia una corriente de reformismo a la cual Urbano II estaba alineado, conocida entonces como las reformas benedictinas, en nombre de la orden religiosa que las pregonaba.
Otro problema que la guerra santa ayudaría a resolver era el conflicto interno, las luchas intestinas y eternas entre las nobleza medieval era algo intolerable para Urbano, pues representaba una violación de la Paz de Dios, que estipulaba el carácter piadoso de aquellos que no participaran en conflictos contra sus hermanos, el pueblo cristiano debía estar unido y redirigir toda su agresividad contra un enemigo externo e infiel era una buena forma de canalizar dicha belicosidad y frenar las luchas dentro de Europa, al menos temporalmente.
Esta lucha entre el poder clerical y el secular será parte de la tónica del Concilio de Clermont, donde entre otras cosas Urbano II excomulgará al rey Felipe I de Francia por casarse adúlteramente con una mujer también casada. Pero su discurso final será un llamado a la “raza de los francos” a luchar contra los musulmanes para recuperar Tierra Santa (Jerusalén), la proclama “Deus Vult” (Dios lo quiere) será el grito de batalla del papa a los peregrinos, prometiendo el perdón divino de los pecados:
“Que los que se hayan acostumbrado injustamente a librar una guerra privada contra los fieles ahora vayan en contra de los infieles y terminen con la victoria de esta guerra que se debería haber comenzado hace mucho tiempo. Que aquellos que durante mucho tiempo, han sido ladrones, ahora se conviertan en caballeros. Que aquellos que han estado luchando contra sus hermanos y parientes ahora luchen de una manera adecuada contra los bárbaros. Que aquellos que han estado sirviendo como mercenarios para la pequeña paga ahora obtengan la recompensa eterna. Que los que se han desgastado a ellos mismos en cuerpo y alma ahora trabajan para un doble honor”
Hoy por hoy, lo políticamente correcto es analizar las cruzadas como guerras libradas más por intereses políticos y económicos que por causas de la fe, algo muy alejado de la realidad. Sin embargo nadie puede negar su impulso religioso, especialmente en esta primera instancia, es genuino, por primera vez hay un elemento común que une a los diversos elementos dispares de las sociedades medievales europeas, en una era violenta como la transición entre la Alta y Baja Edad Media, la búsqueda de un enemigo doctrinal externo era posiblemente la mejor apuesta para lograrlo, aprovechando la frágil situación por la que pasaban los peregrinos y Bizancio. Así fue como la era de las Cruzadas comenzó, una nueva etapa en la que los europeos terminarían un largo proceso interno, conformándose un fuerte lazo de unión entre los diversos pueblos europeos, para empezar a mirar hacia afuera, hacia lo foráneo y desconocido, como la tierra de la oportunidad para el prestigio, la gloria y para algunos, la absolución. ¿Podría ser este el primer respiro del espíritu aventurero y defensivo que Europa adoptará en siglos venideros? Seguramente, puesto que la historia siempre tiende a repetirse. Las cruzadas en defensa de la Cristiandad pese a la mala imagen que se les ha dado en los últimos siglos por parte de los enemigos de la Iglesia y a veces incluso por parte de algunos de los nuestros,actuando como verdaderos traidores por causa de la ignorancia y de la ingenuidad, sirvieron para unir Europa más que nunca, así como para alcanzar un alto nivel espiritual que se hacía patente en todos los estratos sociales.

Fuente:
Jornalesdelahistoria.wordpress.com
Anotaciones del Caballero de Occidente

domingo, 27 de mayo de 2018

Ocultismo y paganismo "nazi", ariosofía, esoterismo, la new age y su relación con la masonería.

Durante los últimos tres siglos han utilizado diversas "creencias o religiones pantalla" inventadas por miembros de la masonería para captar posibles seguidores y futuros miembros potenciales, así como para ofrecer una introducción a la doctrina de la masonería disimuladamente y dirigir la sociedad hacia el sincretismo religioso anticristiano. 

Entre estas corrientes criptomasónicas cabalísticas estarían los diferentes estilos esotéricos del siglo XIX y principios del XX como la teosofía (basada en el hinduísmo), el ocultismo (incluído el pseudonazi), y las vertientes new age, paganas y esotéricas durante el siglo XX. La new age actualmente es su punta de lanza, con una gran difusión desde los años 90 del pasado siglo (reencarnación, energías, chakras, meditación, etc).



Todas estas creencias al igual que la masonería, se basan en la gnosis (gnosticismo). En la gnosis se dice que la salvación viene por uno mismo, se promete que mediante la iniciación se irán adquiriendo cada vez más conocimientos secretos convirtiéndose así en individuos muy superiores al humano medio, los cuales son vistos como profanos, alimentando así la soberbia y el ego de los posibles futuros iniciados, haciéndoles creer que son elegidos, que se convertirán en semidioses en sus fantasías. Ese es su señuelo, se aprovechan de la debilidad del ser humano, de su egocentrismo y ansias de vanidad, de su curiosidad por el misterio. 

Es puro marketing por el cual se capta a la gente a base de adularlos y darles algo con gancho, buscando satisfacer la parte perversa del alma humana. 

En realidad, los "iniciados" no se convierten en seres superiores en ningún momento ni obtienen poderes sobrenaturales, simplemente alimentan su ego y en algunos casos llegan a creerse que son auténticos "gurús", alimentados por la vanidad que le proporcionan cientos o miles de seguidores. Si están dentro de la masonería o alguna secta similar, van conociendo con detalle la organización y sus fines, mientras que se les da la esperanza de que están cada vez más cerca del secreto espiritual más importante del gnosticismo y de la masonería, el cual, por supuesto es un fraude. 

Como sucedió con la manzana que la serpiente ofrece a Adán y Eva, por la cual Satanás les ofrecía un gran conocimiento oculto que según él, Dios no quería que tuvieran porque se convertirían en dioses... En realidad esa manzana solo los llevó al pecado, a su propia condenación, engañados por el demonio que siempre busca arrastrar a los demás hacia el mal. Todas las personas que se dejan arrastrar por estas creencias ocultistas y gnósticas, guiados por la soberbia y la vanidad, o simplemente para subirse la autoestima, sirven al mal sin darse cuenta.


Lucifer es Satanás, por muchos cuentos que se hayan sacado de la manga para dulcificar su imagen desde la new age y la masonería. Lo intentan camuflar de mil formas, pero la "glorificación del hombre" que buscan todas ellas, la salvación por "uno mismo" (porqué nosotros somos lo más, más que Dios, según ellos... humildad cero). El rechazo más o menos contundente de Dios, es una muestra de soberbia y vanidad en cantidades industriales, y esto es lo que les delata como servidores del mal, aunque muchos cegados por esa borrachera de ego, nunca llegan a darse cuenta.


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Símbolo de la Teosofía, fundada por Blavatsky, de carácter sincrético, gnóstico y ocultista, 
directamente relacionada con la masonería, y precursora de la ariosofia y la new age. Formó parte de una logia masónica adscrita, exclusiva para mujeres en USA.


Propagando estas creencias gnósticas camufladas, en ambientes abiértamente anti masónicos, mezclando medias verdades con mentiras, buscan corromper a su enemigo para que acabe incluso trabajando para ellos sin saberlo, o como mínimo para que su lucha contra las políticas de la masonería, es decir contra las políticas del marxismo cultural, sea mucho menos eficaz. 

El verdadero dios y maestro tanto de la masonería como de estas creencias ocultistas es lucifer, aunque esto pocas veces lo dicen abiertamente por las connotaciones negativas que suele tener. En los círculos masónicos se le llama "gran maestro" mientras que Dios para ellos es alguien poco relevante, el Todo, lo que dió el primer impulso a la creación y nada más, en el mejor de los casos. Ellos aseguran que lucifer es bueno, el portador de la luz, y no Satanás como dice la biblia, pero esto se desmonta por si solo cuando nos damos cuenta de que los fines de su Lucifer son los mismos que los de Satanás, es decir rebelarse contra Dios (al que tachan de malvado, cambiando las tornas) para ser igual de poderoso que él, de igual a igual, un auténtico desafio a Dios haciendo gala de una soberbia y envidia tremendas, lo cual es sinónimo del mal por si mismo. 

Alguien que se guía por la soberbia y la envidia, que no acepta órdenes de nadie ni autoridad  espiritual alguna, es malvado por definición (este principio es aplicable igualmente a las políticas del marxismo cultural que es la expresión terrenal por excelencia de las creencias luciferinas). 

Por ello, lo que hacen es comportarse de manera totalmente contraria a las enseñanzas cristianas del evangelio empezando por lo de "la verdad debe ser rebelada a todos por igual". Invierten los valores, emulando esa rebelión luciferina, para acabar con todo lo que provenga de Dios, de ahí que propaguen actualmente desde la masonería la ideología de género, o en el pasado la lucha de clases y el ateísmo. 

Usan todos los medios que sean necesarios para acabar con la ley natural, para destruir el orden: su fin último es poner el mundo del revés, para según ellos "liberar" al hombre. Acaban situándose por encima del bien y del mal, como los gurús hindúes o los antiguos cátaros, promoviendo así el relativismo moral. Además manipulan y confunden la biblia, ya que en ésta se dice claramente que Lucifer era un ángel bueno que se dejó llevar por una soberbia extrema y se rebeló contra Dios, que es cuando cayó por su pecado. Después de su fracaso, lleno de odio y poseído por la envidia, se transformó en Satanás... Esto los masones, los ocultistas y los gnósticos en general, no lo mencionan en ningún momento, en su lugar cuentan la historieta mencionada un poco más arriba; omiten esto intencionadamente porque no quieren creérselo, no les interesa, ellos son soberbios y vanidosos y quieren seguir siéndolo.

Hay muchos escritos de esoterismo de post guerra alineado para con la llamada tercera vía afín al fascismo y al nacionalsocialismo, que de principio a fin son un cúmulo de creencias masónicas. Solamente hay que leer un ejemplar del Kybalion o textos de cualquier web oficial de logias masónicas para comparar y darse cuenta de ello; su máximo referente está en el ocultismo pseudonazi y su precursor Guido Von List (el cual bebió diréctamente de la teosofía y de la masonería) que creó la llamada "ariosofía" a partir de una mezcla entre ocultismo cabalístico y la simbología del paganismo germánico. 

Dichas creencias se presentan como si no tuvieran nada que ver con la masonería, para que el lector poco formado en estas lides caiga en la trampa. Ocurre lo mismo con con el esoterismo actual y el ocultismo en general, el cual pocas veces relacionan con la masonería, (con toda la astucia del mundo) para no asustar al interesado. Todos estos textos olvidan que en los regímenes fascistas se prohibió la masonería y también las organizaciónes esotéricas u ocultistas, como por ejemplo, la archiconocida Sociedad Thule.

 

VRIL: The Power of the Coming Race - Bulwer-Lytton, Edward: 9781469915821 -  IberLibro

 Los escritores antinazis y los Mass Media siempre han alimentado esa faceta esotérica-ocultista
que atribuyen excesivamente al III Reich.

 

Hablando de la Thule, se ha exagerado interesadamente por los propios enemigos del III Reich su influencia en éste y en Hitler, para darle una imagen de oscuridad y maldad. A efectos reales, los únicos personajes relevantes del III Reich influenciados por la Sociedad Thule y el paganismo germánico ocultista fueron Hess y en menor medida Himmler (el cual acabó traicionando a Hitler), todo lo demás son manipulaciones y fantasías sin fundamento que van en contra de las propias declaraciones y acciones gubernamentales de Hitler, que era católico no practicante.

Hitler llegó a decir sobre los paganos ocultistas lo siguiente: "Estas personas que sueñan con el heroísmo de los antiguos germanos, con sus armas primitivas, como hachas de piedra, lanzas y escudos - escribió Hitler - son en realidad los más cobardes. Conocí demasiado bien a esa gente para no sentir el mayor asco por estos comediantes... Especialmente cuando se trata de reformadores religiosos a base de germanismo antiguo, tengo siempre la impresión de que han sido enviados por aquellas instituciones que no quieren el renacimiento de nuestro pueblo" (Mein Kampf - Hitler).

Sabottendorf, fundador de la Thule y otros tantos de su cuerda fueron perseguidos por el III Reich, cosa lógica, teniendo en cuenta las declaraciones de Hitler sobre ellos. El propio Hitler dió a entender con sus acciones que con los años se dió cuenta de que esas creencias que compartieron algunos de sus camaradas estaban profundamente influenciadas por la doctrina masónica, de ahí que las prohibiera; el mismísimo Himmler tenía que guardarse sus creencias para su círculo más cercano dentro de las SS, que no pasaba de unas pocas decenas de miembros. 

En la absoluta mayoría de cuerpos de las SS, incluyendo su rama militar, las Waffen SS, lo pagano se reducía a unos cuantos símbolos que se usaban por formar parte de la herencia cultural germánica, siendo sus miembros y soldados, protestantes o católicos por norma general.

En un nivel de seriedad y profundidad menor, la masonería hizo lo mismo con las creencias new age que provienen de la teosofía, creada por Blavatsky y Henry Steel Olcott, que pertenecieron a la masonería, así como la Wicca pagana y sus vertientes, que fue inventada por el masón y judío Gerald Gardner. Todas estas pseudo-religiones tienen algo en común, y es que se basan parcialmente en la gnosis y el sincretismo panteísta además de compartir cierta simbología satánica, la cual intentan restaurar como si no fuese algo maligno, vendiéndolo como algo mágico y bueno para que no cause rechazo (ejemplos de esto serían el baphomet basado en el antiguo dios celta Cernunnos o la estrella de cinco punta de la cábala). Mediante estas pseudo-religiones pantalla, las distintas masonerías logran captar seguidores potenciales que se podrán convertir en futuros miembros si siguen la senda marcada, ofreciendo disimuladamente una introducción a la doctrina de la masonería.

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 Cernunnos, dios celta bastante controvertido por los sacrificios humanos y animales que se le ofrecían, actualmente usado por el movimiento Wicca. 
 
 
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 Baphomet reverenciado por la masonería, el esoterismo ocultista y sus derivados, que representa a Lucifer. Por mucho que intenten dulcificarlo alegando que su mala fama se debe a las críticas de la Iglesia, su aspecto repulsivo y andrógino totalmente contrario a la belleza, lo delata como símbolo satánico y maligno.


Además, con estas creencias consiguen llevar a la sociedad hacia el sincretismo religioso, que es uno de los fines que persiguen, crear una religión de esencia masónica y sincrética, apta para todos, en la que se sustituya a Dios y a Cristo, por el Gran Arquitecto y Lucifer, bajo varias denominaciones más o menos amistosas. Varias ramas del protestantismo formaron parte de este plan como etapa previa, no debemos olvidar que la masonería fue creada por protestantes en su gran mayoría, con la ayuda de judíos jasídicos versados en la Cábala, al igual que su antecesora la orden Rosacruz.

Todas estas creencias tienen otro punto en común de gran relevancia, sus ataques al catolicismo y a la iglesia romana, amparándose en la leyenda negra promovida por protestantes y judíos, así como por toda la propaganda anticatólica paganizante y panteísta de la ilustración masónica liberal.

Una cita de San Agustín sintetiza con gran acierto en un par de líneas esta lucha entre el catolicismo y las creencias luciferinas ocultistas:

«Dos amores hicieron dos ciudades. El amor de sí mismo, hasta despreciar a Dios, hizo a la ciudad terrenal, el amor de Dios, hasta despreciar a sí mismo, hizo la ciudad celestial.» 

Como conclusión, podemos decir que no existe una gnosis buena y otra mala, un esoterismo bueno y otro malo, todos sirven al mismo amo, al maligno, en mayor o menor medida, unos diréctamente y otros indiréctamente, la mayoría sin saberlo. El Catolicismo en cambio, se basa en valores nobles, sirve al bien, la verdad y la justicia, además de tener más y mejores vías de acceso para la vida espiritual.

Caballero de Occidente

Bibliografía
La masonería invisible, de Ricardo de la Cierva.
Iglesia y masonería, las dos ciudades, de Dr. Alberto Bárcena.
Las constituciones de Anderson.
Los protocolos de los sabios de Sion.
El Génesis, primer libro de la Biblia.
Porqué dejé de ser masón, de Serge Abad Gallardo.

miércoles, 23 de mayo de 2018

domingo, 20 de mayo de 2018

A los hipócritas que alardean de sus buenas obras

«Cuando des limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las calles y en las sinagogas, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa».
«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas.»
«Cuando ayunéis, no aparezcáis tristes como los hipócritas.»
Son tres pasajes del mismo punto de Mateo (VI, 2, 5 y 16).

El valor divino de lo humano, Jesús Urteaga.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Virtudes del Caballero Cristiano

 


- Coraje
Los caballeros debían soportar sacrificios personales para servir los ideales y a las personas necesitadas. Esto implica el elegir mantener la verdad a toda costa. El valor no significa arrogancia, sino tener voluntad de hacer lo correcto y luchar por lo que es justo aunque tengamos todo en contra, un caballero jamás debe quedarse de brazos cruzados ante la acción del mal, debe combatirlo siempre.

- Justicia
Para los caballeros era muy importante buscar la verdad por encima de todo, los caballeros no buscaban su beneficio personal. La honra y la honestidad son las señas del buen caballero. Todo caballero debe ser humilde y fuerte a la vez. La justicia debe ser aplicada en su justa medida, sin excesos ni escasez. Un caballero no debe ser cruel ni demasiado indulgente.

- Fe
Los caballeros debían tener una firme fe en Dios, así como seguir los sacramentos, esto les permitía llevar a cabo toda una vida de sacrificios y ser fuertes ante las tentaciones, dándoles la gracia y la fuerza necesarias para combatir a los malvados del mundo.

- Caridad
La caridad es la virtud de amar a Dios por encima de todas las cosas, más que a si mismo; es una virtud contraria al egoísmo. El caballero debe ser amador del bien común, porque el bien común es mayor y más necesario que el bien particular. Todo caballero debe ser generoso con los suyos y también con los que lo merecen, como los débiles y los necesitados

- Esperanza
Con la esperanza se vigoriza y se endurece el coraje del caballero. Por la esperanza que ponen en Dios, reciben de Dios ayuda. La esperanza hace sufrir con calma los trabajos y las dificultades que sobrevienen, la esperanza aventura a los caballeros en los peligros que afrontan. Sin esperanza uno no puede ser caballero.

- Templanza
El caballero debe dominar sus pasiones, no al revés, mediante la moderación y el autodominio de uno mismo. Un caballero debe ser moderado en el comer, en beber y en hablar. Además debe ser moderado con sus riquezas, esto no significaba abstenerse de ellas sino, no utilizarlas vanamente. El caballero debía controlar sus apetitos sexuales, guardando castidad. La templanza es una virtud que está en medio de dos vicios, el uno es pecado por superabundancia, y el otro por excesiva escasez. Sin templanza no se puede mantener el honor de la caballería.


- Lealtad
Todo caballero juraba defender fervientemente sus ideales, a la Iglesia, a sus señores, a su pueblo y su patria, dando la vida si fuese necesario. La lealtad es propia de los caballeros y de la hermandad que estos tienen con otros caballeros que les acompañan en batalla.


Estas son las siete virtudes principales de la Orden de Caballería, que se basan en las siete virtudes cristianas. Además de las virtudes principales, existen otras virtudes complementarias como la nobleza, la fortaleza o la prudencia.

Caballero de Occidente

sábado, 5 de mayo de 2018

Reflexión crítica sobre el caso de "La Manada" y la hipocresía progre

Estos dias está siendo noticia permanente en todos los telediarios y en los debates debido a la sentencia emitida por los jueces, las feministas radicales y una buena cantidad de mujeres con poca personalidad influenciadas por el brote de furia hembrista, han salido a la calle a protestar contra la sentencia por haber condenado a los cinco miembros de la manada por un delito de abusus sexuales y no de violación, además el juez que emitió voto particular pidiendo la absolución de los jóvenes afirmando que no se produjo ninguna violación ni abuso sexual (aunque fuese un acto degradante sin duda alguna), ha sido objeto de una auténtica persecución política y social. A todas estas fanáticas feministas, les da igual que la sentencia de detalles exhaustivos de todo lo sucedido y argumente perféctamente los motivos por los que no hubo violación alguna, solo se guían por sus intereses ideológicos y no ven más allá, interpretan todo a su antojo.
Lo que más curiosidad nos puede despertar desde el punto de vista cristiano, es la hipocresía que encierra el asunto, es decir, los progres y las feministas se quejan de unos hechos que son clara consecuencia de la revolución sexual y de la promiscuidad que ellos mismos han propagado desde hace décadas. Es lógico y normal que si hipersexualizas a los niños, si crecen recibiendo una educación totalmente sexualizada y en pro de la promiscuidad, cuando se hacen adolescentes o adultos una de sus prioridades sea la de darle rienda suelta a su deseo sexual, sea como sea, y por esto se producen relaciones sexuales promiscuas, por eso se enganchan al cibersexo, por eso les gustan las orgías y otras tantas formas de satisfacer su desmedido deseo sexual. Esto es lo que símplemente hicieron tanto la chica como los de "la manada", llevar a la práctica lo que han visto desde pequeños, son los frutos de la educación progre anti cristiana. Por lo tanto es muy incongruente e hipócrita que las hordas progres feministas se quejen de lo que ellos mismos promueven, aunque no es nada nuevo, puesto que la incongruencia y la hipocresía son pilares básicos de su ideología. En una sociedad cristiana, con principios, este tipo de acontecimientos no se daban, porque la gente tenía moral y principios.

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 Activistas feministas de izquierda en una manifestación a favor de la revolución sexual y la promiscuidad.Resultado de imagen para sexual revolution



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 Los Hippies, seguidores del marxismo cultural
 defendían la promiscuidad bajo el lema de "amor libre".



En definitiva, de aquellos barros, estos lodos. El marxismo cultural y el feminismo radical son los principales culpables de que se produzcan estas aberraciones.



Caballero de Occidente

miércoles, 2 de mayo de 2018

Loa a la Nueva Milicia de San Bernado de Claraval, Inspirador de los Templarios

San Bernardo de Claraval fue el principal valedor de la Orden del Temple, gracias a su "Loa a la Nueva Milicia", dió a conocer a los Templarios en toda Europa y los consolidó como la mejor orden militar de la época. Cabe destacar que a diferencia de lo que se dice hoy en dia desde sectores masónicos y anti cristianos que intentan manipular a su antojo el legado de la Orden para atribuirse sus méritos, los Templarios fueron profúndamente católicos de principio a fin, nada más debemos fijarnos en su lema para corroborar su catolicidad, "NON NOBIS DOMINE, NON NOBIS, SED NOMINI TUO DA GLORIAM", palabras que jamás pronunciaría un masón o un anti cristiano, puesto que éstos solo quieren su propia gloria, no la de Dios.

PRÓLOGO

             A Hugo, caballero de Cristo y maestre de su milicia, Ber­nardo de Claraval, abad sólo de nombre: lucha en noble combate.
            Una, y dos, y hasta tres veces, si mal no recuerdo, me has pedido, Hugo amadísimo, que escriba para ti y para tus com­pañeros un sermón exhortatorio. Como no puedo enristrar mi lanza contra la soberbia del enemigo, deseas que al menos haga blandir mi pluma, e insistes en que os ayudaría no poco, le­vantando vuestros ánimos, ya que no me es posible hacerlo con las armas.
            Hasta ahora lo he diferido, no por menospreciar tu peti­ción, sino para no ser tildado de precipitación y ligereza, por dejarme llevar de mis primeros impulsos. Pensaba también que otro más capaz que yo podría hacerlo mejor y que no debía entremeterme en un asunto de tanto interés y tan vital, para que al final saliera algo mucho menos provechoso. Pero des­pués de esperar en vano tanto tiempo, me decido a escribir lo que yo pueda. Si no, terminarías creyendo que ya no se trataba de incapacidad mía, sino de mala voluntad. Ahora el lector dirá si le he dejado satisfecho. Hice cuanto pude para colmar tus deseos; no será culpa mía si alguien lo tiene que rechazar totalmente o no encuentra lo que esperaba.


I. SERMÓN EXHORTATORIO A LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
         1. Corrió por todo el mundo la noticia de que no ha mu­cho nació una nueva milicia precisamente en la misma tierra que un día visitó el Sol que nace de lo alto, haciéndose visible en la carne. En los mismos lugares donde él dispersó con bra­zo robusto a los jefes que dominan en las tinieblas, aspira esta milicia a exterminar ahora a los hijos de la infidelidad en sus satélites actuales, para dispersarlos con la violencia de su arrojo y liberar también a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David su siervo.
            Es nueva está milicia porque jamás se conoció otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas espi­rituales del mal. Enfrentarse sólo con las armas a un enemigo poderoso, a mí no me parece tan original ni admirable. Tamp­oco tiene nada extraordinario ‑aunque no deja de ser laudab­le presentar batalla al mal y al diablo con la firmeza de la fe; así vemos por todo el mundo a muchos monjes que lo hacen por este medio. Pero que una misma persona se ciña la espada, valiente, y sobresalga por la nobleza de su lucha es­piritual, esto sí que es para admirarlo como algo totalmente insólito.
            El soldado que reviste su cuerpo con la armadura de acero y su espíritu con la coraza de la fe, ése es el verdadero valiente y puede luchar seguro en todo trance. Defendiéndose con esta doble armadura, no puede temer ni a los hombres ni a los demonios. Porque no se espanta ante la muerte el que la desea. Viva o muera, nada puede intimidarle a quien su vida es Cristo y su muerte una ganancia. Lucha generosamente y sin la me­nor zozobra por Cristo; pero también es verdad que desea morir y estar con Cristo porque le parece mejor.
            Marchad, pues, soldados, seguros al combate y cargad va­lientes contra los enemigos de la cruz de Cristo, ciertos de que ni la vida ni la muerte podrá privarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús, quien os acompaña en todo momento de peligro diciéndoos: Si vivimos, vivimos para el Señor, y si. morimos, morimos para el Señor. ¡Con cuánta gloria vuelven los que han vencido en una batalla! ¡Qué felices mueren los márti­res en el combate! Alégrate, valeroso atleta, si vives y vences en el Señor; pero salta de gozo y de gloria si mueres y te unes íntimamente con el Señor. Porque tu vida será fecunda y glo­riosa tu victoria; pero una muerte santa es mucho más apeteci­ble que todo eso. Si son dichosos los que mueren en el Señor, ¿no lo serán mucho más los que mueren por el Señor?

            2. Siempre tiene su valor delante del Señor la muerte de sus santos, tanto si mueren en el lecho como en el campo de batalla. Pero morir en la guerra vale mucho más, porque tam­bién es mayor la gloria que implica. ¡Qué seguro se vive con una conciencia tranquila! Sí; ¡qué serenidad se tiene cuando se espera la muerte sin miedo e incluso se la desea con amor y es acogida con devoción! Santa de verdad y de toda garantía es esta milicia, porque está exenta del doble peligro que amenaza casi siempre a la condición humana, cuando Ya causa que de­fiende una milicia no es la pura defensa de Cristo.
            Cuantas veces entras en combate, tú que militas en las filas de un ejército exclusivamente secular, deberían espantarte dos cosas: matar al enemigo corporalmente y matarte a ti mismo espiritualmente, o que él pueda matarte a ti en cuerpo y alma. Porque la derrota o victoria del cristiano no se mide por la suerte del combate, sino por los sentimientos del corazón. Si la causa de tu lucha es buena, no puede ser mala su victoria en la batalla; pero tampoco puede considerarse como un éxito su resultado final cuando su motivo no es recto ni justa su in­tención.
            Si tú deseas matar al otro y él te mata a ti, mueres como si fueras un homicida. Si ganas la batalla, pero matas a alguien con el deseo de humillarle o de vengarte, seguirás viviendo, pero quedas como un homicida, y ni muerto ni vivo, ni vence­dor ni vencido, merece la pena ser un homicida. Mezquina victoria la que, para vencer a otro hombre, te exige que su­cumbas antes frente a una inmoralidad; porque si te ha venci­do la soberbia o la ira, tontamente te ufanas de haber vencido a un hombre. Puede ser que haya que matar a otro por pura autodefensa, no por el ansia de vengarse ni por la arrogancia del triunfo. Pero yo diría que ni en ese caso sería perfecta la victoria, pues entre dos males, es preferible morir corporal­mente y no espiritualmente. No porque maten al cuerpo muere también el alma: sólo el alma que peca moriirá.

II. LA MILICIA SECULAR
             3. Entonces, ¿cuál puede ser el ideal o la eficacia de una milicia, a la que yo mejor llamaría malicia, si en ella el que mata no puede menos de pecar mortalmente y el que muere ha de perecer eternamente? Porque, usando palabras del Apóstol: El que ara tiene que arar con esperanza, y el que trilla con esperanza de obtener su parte.
           Vosotros, soldados, ¿cómo os habéis equivocado tan es­pantosamente, qué furia os ha arrebatado para veros en la necesidad de combatir hasta agotaros y con tanto dispendio, sin  más salarlo que el de la muerte o el del crimen? Cubrís vues­tros caballos con sedas; cuelgan de vuestras corazas telas bellí­simas; pintáis las picas, los escudos y las sillas; recargáis de oro, plata y pedrerías bridas y espuelas. Y con toda esta pom­pa os lanzáis a la muerte con ciego furor y necia insensatez. ¿Son éstos arreos militares o vanidades de mujer? ¿O crees que por el oro se va a amedrentar la espada enemiga para respetar a hermosura de las pedrerías y que no traspasará los tejidos de seda?
Vosotros sabéis muy bien por experiencia que son tres las cosas que más necesita el soldado en el combate: agilidad con reflejos y precaución para defenderse; total libertad de movi­mientos en su cuerpo para poder desplazarse continuamente; y decisión para atacar. Pero vosotros mimáis la cabeza como las damas, dejáis crecer el cabello hasta que os caiga sobre los ojos; os trabáis vuestros propios pies con largas y amplias ca­misolas; sepultáis vuestras blandas y afeminadas manos dentro de manoplas que las cubren por completo. Y lo que todavía es más grave, porque eso os lleva al combate con grandes ansie­dades de conciencia, es que unas guerras tan mortíferas se jus­tifican con razones muy engañosas y muy poco serias. Pues de ordinario lo que suele inducir a la guerra  ‑a no ser en vuestro caso‑  hasta provocar el combate es siempre pasión de iras incontroladas, el afán de vanagloria o la avaricia de conquistar territorios ajenos. Y estos motivos no son suficientes para poder matar o exponerse a la muerte con una conciencia tran­quila.


 III. LA NUEVA MILICIA
            4. Mas los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor alguno a pecar por ponerse en peligro de muerte y por matar al enemigo. Para ellos, morir o matar por Cristo ¿o implica criminalidad alguna y reporta una gran gloria. Además, consiguen dos cosas: muriendo sirven a Cristo, y matando, Cristo mismo se les entrega como premio. El acepta gustosamente como una venganza la muerte del ene­migo y más gustosamente aún se da como consuelo al soldado que muere por su causa. Es decir, el soldado de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor seguridad aún.
            Si sucumbe, él sale ganador; y si vence, Cristo. Por algo lleva la espada; es el agente de Dios, el ejecutor de su reproba­ción contra el delincuente. No peca como homicida, sino ‑di­ría yo‑ como malicida, el que mata al pecador para defender a los buenos. Es considerado como defensor de los cristianos y vengador de Cristo en los malhechores. Y cuando le matan, sabernos que no ha perecido, sino que ha llegado a su meta. La muerte que él causa es un beneficio para Cristo. Y cuando se la infieren a él, lo es para sí mismo. La muerte del pagano es una gloria para el cristiano, pues por ella es glorificado Cristo. En la muerte del cristiano se despliega la liberalidad del Rey, que le lleva al soldado a recibir su galardón. Por este motivo se alegrará el justo al ver consumada la venganza. Y podrá decir: Hay premio para el Justo, hay un Dios que hace Justicia sobre la tierra. No es que necesariamente debamos matar a los paga­nos si hay otros medios para detener sus ofensivas y reprimir su violenta opresión sobre los fieles. Pero en las actuales circunstancias es preferible su muerte, para que no pese el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
            5. Si al cristiano nunca le fuese lícito herir con la espada, ¿cómo pudo el precursor del Salvador aconsejar a los soldados que no exigieran mayor soldada que la establecida y cómo no condenó absolutamente el servicio militar? Si es una profesión para los que Dios destinó a ella, por no estar llamados a otra más perfecta, me pregunto: ¿quiénes podrán ejercerla mejor que nuestros valientes caballeros?
            Porque gracias a sus armas tenemos una ciudad fuerte en Sión, baluarte para todos nosotros; y arrojados ya los enemi­gos de la ley de Dios, puede entrar en ella el pueblo justo que se mantiene fiel. Que se dispersen las naciones belicosas; ojalá sean arrancados todos los que os exasperan, para excluir de la ciudad de Dios a todos los malhechores, que intentan llevarse las incalculables riquezas acumuladas en Jerusalén por el pue­blo cristiano, profanando sus santuarios y tomando por here­dad suya los territorios de Dios. Hay que desenvainar la espa­da material y espiritual de los fieles contra los enemigos soli­viantados, para derribar todo torreón que se levante contra el conocimiento de Dios, que es la fe cristiana, no sea que digan las naciones: ¿Dónde está su Dios?

            6. Una vez expulsados los enemigos, volverá él a su casa y a su parcela. A esto se refería el Evangelio cuando decía: Vuestra casa se os quedará desierta. Y se lamenta con las pala­bras del profeta: He abandonado mi casa y desechado mi he­redad. Pero hará que se cumplan también estas otras profecías: El Señor redimió a su pueblo y lo rescató de una mano más poderosa. Vendrán entre aclamaciones a la altura de Sión y afluirán hacía los bienes del Señor, Alégrate ahora Jerusalén, y fíjate cómo ha llegado el día de tu salvación. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones. Doncella de Jerusal, ¿no habías caído y no tenías quien te levantara? Ponte en pie, sacúdete el polvo, Jeru­salén cautiva, hija de Sión. Ponte en pie, sube ala altura, mira el consuelo y la alegría que te trae tu Dios. Ya no te llamarán «abandonada», ni a tu tierra «devastada»; porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra será habitada. Levanta los ojos en torno y mira: Todos éstos se reúnen para venir a ti. Este es el auxilio que te envía desde el santuario.
Por medio de ellos se te está cumpliendo la antigua prome­sa: Te haré el orgullo de los siglos, la delicia de todas las eda­des; mamarás la leche de los pueblos, mamarás al pecho de los reyes. Y más abajo: Como a un niño a quien su madre consue­la, así os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados, Ya veis con qué testimonios tan antiguos y tan abundantes se aprueba esta nueva milicia y cómo lo que habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Di os, del Señor de los ejércitos.
Pero es importante, con todo, no darles a estos textos una interpretación literal que vaya contra su sentido espiritual. No sea que dejemos de esperar a que se realice plenamente en la eternidad lo que ahora aplicamos al tiempo presente por to­mar al pie de la letra las palabras de los profetas. Pues lo que ya estamos viendo haría evaporarse la fe que tenemos en lo que aún no vemos; la pobre realidad que ya poseemos nos haría desvalorar todo lo demás que esperamos, y la realidad de los bienes presentes nos haría olvidar la de los bienes futuros. Por lo demás, la gloria temporal de la ciudad terrena no des­truye la de los bienes celestiales, sino que la robustece, con tal de que no dudemos un momento que es sólo una figura de laotra Jerusalén que está en los cielos, nuestra Madre.

 IV. LA VIDA DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
             7. Digamos ya brevemente algo sobre la vida y costum­bres de los caballeros de Cristo, para que les imiten o al menos se queden confundidos los de la milicia que no lucha exclusi­vamente para Dios, sino para el diablo; cómo viven cuando están en guerra o cuando permanecen en sus residencias. Así se verá claramente la gran diferencia que hay entre la milicia de Dios y la del mundo.
            Tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, obser­van una gran disciplina y nunca falla la obediencia, porque, como dice la Escritura, el hijo indisciplinado perecerá: Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación; van y vienen a voluntad del que lo dispone, se visten con lo que les dan y no buscan comida ni vestido por otros medios. Se abstienen de todo lo superfluo y sólo se preocupan de lo imprescindible. Viven en común, llevan un tenor de vida siem­pre sobrio y alegre, sin mujeres y sin hijos. Y para aspirar a toda la perfección evangélica, habitan juntos en un mismo lugar sin poseer nada personal, esforzándose por mantener la unidad que crea el Espíritu, estrechándola con la paz. Diríase que es una multitud de personas en la que todos piensan y sienten lo mismo, de modo que nadie se deja llevar por la voluntad de su propio corazón, acogiendo lo que les mandan con toda sumisión.
            Nunca permanecen ociosos ni andan merodeando curiosa­mente. Cuando no van en marchas ‑lo cual es raro‑, para no comer su pan ociosamente se ocupan en reparar sus armas 0 coser sus ropas, arreglan los utensilios viejos, ordenan sus cosas y se dedican a lo que les mande su maestre inmediato o trabajan para el bien común. No hay entre ellos favoritismos; las deferencias son para el mejor, no para el más noble por su alcurnia. Se anticipan unos a otros en las señales de honor. Todos arriman el hombro a las cargas de los otros y con eso cumplen la ley de Cristo. Ni una palabra insolente, ni una obra inútil, ni una risa inmoderada, ni la más leve murmura­ción, ni el ruido más remiso queda sin reprensión en cuanto es descubierto.
            Están desterrados el juego de ajedrez o el de los dados. Detestan la caza, y tampoco se entretienen ‑como en otras partes‑ con a captura de aves al vuelo. Desechan y abominan a bufones, magos y juglares, canciones picarescas y espectáculos de pasatiempo, por considerarlos estúpidos y falsas locuras. Se tonsuran el cabello, porque saben por el Apóstol que al hombre le deshonra dejarse el pelo largo. Jamás se rizan la cabeza, se bañan muy rara vez, no se cuidan del peinado, van cubiertos de polvo, negros por el sol que les abrasa y la malla que les protege.

            8. Cuando es inminente la guerra, se arman en su interior con la fe y en su exterior con el acero sin dorado alguno; y armados, no adornados, infunden el miedo a sus enemigos sin provocar su avaricia. Cuidan mucho de llevar caballos fuertes y ligeros, pero no les preocupa el color de su pelo ni sus ricos aparejos. Van pensando en el combate, no en el lujo; anhelan la victoria, no la gloria; desean más ser temidos que admira­dos; nunca van en tropel, alocadamente, como precipitados por su ligereza, sino cada cual en su puesto, perfectamente organizados para la batalla, todo bien planeado previamente, con gran cautela y previsión, como se cuenta de los Padres.
            Los verdaderos israelitas marchaban serenos a la guerra. Y cuando ya habían entrado en la batalla, posponiendo su habi­tual mansedumbre, se decían para sí mismos: ¿No aborreceré, Señor, a los que te aborrecen; no me repugnarán los que se te rebelan? Y así se lanzan sobre el adversario como si fuesen ovejas los enemigos. Son poquísimos, pero no se acobardan ni por la bárbara crueldad de sus enemigos ni por su multitud incontable. Es que aprendieron muy bien a no fiarse de sus fuerzas, porque espe­ran la victoria del poder del Dios de los Ejércitos.
            Saben que a él le es facilísimo, en expresión de los Macabeos, que unos pocos envuelvan a muchos, pues a Dios lo mis­mo le cuesta salvar con unos pocos que con un gran contingente; la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo. Muchas veces pudieron contemplar cómo uno perseguía a mil, y dos pusieron en fuga a diez mil. Por esto, como milagrosamente, son a la vez más mansos que los corderos y más feroces que los leones. Tanto que yo no sé  cómo habría que llamarles, si monjes o soldados. Creo que
para hablar con propiedad, sería mejor decir que son las dos cosas, porque saben compaginar la mansedumbre del monje con la intrepidez del soldado. Hemos de concluir que realmente       es el Señor quien lo ha hecho y ha sido un milagro patente. Dios se los escogió para sí y los reunió de todos los confines de la tierra; son sus siervos entre los valientes de Israel, que  fieles y vigilantes, hacen guardia sobre el lecho del verdadero Salornón. Llevan al flanco la espada, veteranos de muchos combates.

(Obras Completas de San Bernardo de Claraval, Edición Bilingüe, Edición preparada por los monjes cistercienses de España, Tomo I, BAC,  nº 444, Madrid 1993-2ª,  págs.  494-543).