El pecado personal es un «acto, palabra o deseo contrario a la ley eterna»
. Esto significa que el pecado es un
acto humano
, puesto que requiere el concurso de la libertad
, y se expresa en actos externos, palabras o actos internos. Además, este acto humano es
malo
, es decir, se opone a la ley eterna de Dios, que es la primera y
suprema regla moral, fundamento de las demás. De modo más general, se
puede decir que el pecado es cualquier acto humano opuesto a la norma
moral, esto es, a la recta razón iluminada por al fe.
Se trata, por tanto, de una toma de posición negativa con respecto a
Dios y, en contraste, un amor desordenado a nosotros mismos. Por eso,
también se dice que el pecado es esencialmente
aversio a Deo et conversio ad creaturas. La
aversio
no representa necesariamente un odio explícito o aversión, sino el
alejamiento de Dios, consiguiente a la anteposición de un bien aparente o
finito al bien supremo del hombre (
conversio). San Agustín lo describe como «el amor de sí que llega hasta el desprecio de Dios»
. «Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es
diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la salvación
(cfr.
Flp
2, 6-9)» (
Catecismo, 1850).
El pecado es el único mal en sentido pleno. Los demás males (p. e. una
enfermedad) en sí mismos no apartan de Dios, aunque ciertamente son
privación de algún bien.
Fuente:
Resúmenes de Fe Cristiana, de Jose Manuel Martín.