Aquellas personas que se sienten atraídas por la meditación y exploran las creencias orientales como el budismo y el hinduismo a menudo carecen de conocimientos profundos sobre el cristianismo: no conocen el valor de los sacramentos, ni la doctrina católica más allá de cuatro ideas básicas, sus conocimientos se limitan a lo que aprendieron cuando hicieron la comunión de chiquillos. Esta falta de comprensión puede llevar a una ignorancia total sobre las enseñanzas católicas y sus tradiciones. En su búsqueda de espiritualidad, muchos encuentran en estas prácticas orientales una alternativa cómoda, centrada en el individuo y marcada por un relativismo moral que les permite perseguir su bienestar inmediato sin preocuparse por las implicaciones éticas. Además, solo se quedan con lo que les interesa, por pura conveniencia, y pasan por alto determinadas ideas de dichas creencias que no son de su agrado, como por ejemplo, el desprecio intrínseco de la mujer en el budismo, o lo cruel e injusto que es el verdadero concepto del karma, por el cual uno queda condenado y profundamente marcado en esta vida y en su relación con otras personas por hechos de supuestas vidas pasadas.
Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto en la narrativa de la búsqueda espiritual moderna es la sombra que acompaña a estas prácticas. Muchos individuos que se sumergen en la meditación budista, el mindfulness y otras creencias orientales propias de la Nueva Era, eventualmente enfrentan problemas psicológicos de diversa índole. Estos problemas pueden manifestarse como ansiedad, depresión o incluso trastornos psicóticos, lo que lleva a cuestionar la supuesta bondad y beneficios exclusivos de estas prácticas.
Desde una perspectiva cristiana, estas tendencias pueden interpretarse como un eco moderno del relato bíblico de Adán y Eva, seducidos por la promesa de ser como dioses. En este relato, Satanás engañó a la humanidad con la promesa de conocimiento y poder, llevándolos a la soberbia y, en última instancia, al sufrimiento. De manera similar, aquellos que se sumergen en las creencias orientales y gnósticas pueden verse atrapados en una búsqueda narcisista de bienestar personal que, paradójicamente, conduce a un mayor malestar psicológico y emocional.
La proliferación de la meditación y la espiritualidad oriental en el mundo occidental contemporáneo refleja no solo una búsqueda legítima de significado y bienestar, sino también los peligros de una búsqueda egoísta y superficial que puede dejar a las personas más vacías y desorientadas de lo que estaban al principio. En última instancia, la verdadera espiritualidad debe trascender los prejuicios y las falsedades de los que están en la cúspide del poder, para buscar con sentido crítico la búsqueda de la verdad.
En resumen, muchos occidentales, motivados por la ignorancia, dirigen su búsqueda espiritual hacia Oriente, hacia lo que les parece misterioso, en busca de creencias o religiones que consideran superiores al cristianismo, enfocadas solamente en uno mismo. Sin embargo, la realidad es que el catolicismo ofrece una vía infinitamente más justa, racional, humilde y adecuada para alcanzar la felicidad que tanto anhelan.